sábado, 3 de diciembre de 2011

RETIRO DE ADVIENTO 2011




“APERTURA Y CUMPLIMIENTO DEL 

PLAN DE DIOS EN MARÍA”


Retiro de Adviento
Empleados del Hospital “Santa Gertrudis”
San Vicente
3- Diciembre-2011


Estimados hermanos y hermanas en el Señor, estamos viviendo nuevamente otro retiro de adviento, el cual es necesario para reencontrarnos con Dios y disponer nuestro corazón para revivir el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo.

Como ya les han explicado, “el tiempo de Adviento es un tiempo mariano” (J. Lligadas), pues en verdad, “La Virgen María es el mejor modelo del Adviento. La mejor maestra de la espera” (J. Aldazábal). Por eso, hablaremos sobre la Virgen María. Realmente, el tema que ha sugerido el padre Enrique Barrera, es un tema central a considerar.

Primeramente, ¿En el plan de Dios estaba presente la figura de María? Esta pregunta me parece esencial, porque así toma sentido todo lo que se desarrolle sobre Ella.
«La alegría jubilar no sería completa si la mirada no se dirigiese a aquélla que, obedeciendo totalmente al Padre, engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios».
Al hablar de María en el Plan de Dios no podemos dejar de considerar ese Plan en lo esencial: Dios por amor creó al ser humano para que viviera el amor y, desplegándose plenamente en el mundo en la línea de sus dinamismos fundamentales, según un recto ejercicio del don de la libertad, pudiese finalmente participar en la comunión eterna del Padre con el Hijo en el Espíritu Santo.

Pero el ser humano, haciendo uso de su libertad, rechazó esta invitación y con el "no" dado a Dios y a su amoroso designio atentó gravemente contra su propia realización y la de sus hermanos humanos. El pecado original produjo en la entera creación una catástrofe de dimensiones inmedibles.

1. LA «MUJER» DE LA PROMESA

A pesar de este rechazo, Dios permaneció fiel a su criatura y a su propósito primario o primigenio. Así, en la misma escena de la caída, pronunció la esperanzadora promesa de reconciliación: «Enemistad pondré entre ti (la serpiente) y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: Él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar». Dios revelaba entonces el núcleo de su designio reconciliador, en el que una Mujer aparecía íntimamente asociada por la maternidad a Aquél que «derrotará el mal del pecado en su misma raíz: ¡aplastará la cabeza de la serpiente!».

“Hoy sabemos que María es la Mujer insinuada proféticamente en la promesa dada a nuestros primeros padres caídos en pecado, y que «la Encarnación constituye el cumplimiento sobreabundante de la promesa hecha por Dios a los hombres». María «tiene un lugar preciso en el plan de la salvación»” (CHD 75).

2. MARÍA, MADRE DE DIOS

Escribía el Papa Pablo VI que «la vida de todo hombre es una vocación dada por Dios para una misión concreta. Desde su nacimiento, ha sido dado a todos, como un germen, un conjunto de aptitudes y de cualidades para hacerlas fructificar; su floración, fruto de la educación recibida en el propio ambiente y del esfuerzo personal, permitirá a cada uno orientarse hacia el destino que le ha sido propuesto por el Creador». ¡Cómo no aplicar estas palabras y de modo eminente a aquella mujer que dentro de los designios providentes de Dios había sido elegida para ser la Madre del Reconciliador!

Sí. En vistas a su elección y misión, Ella será la “llena de gracia”. «Colmada de dones excepcionales del Señor desde el inicio de su existencia, está orientada (por su estructura interior) a una entrega total».

Llegada la plenitud de los tiempos María, por su "sí" generoso y por obra del Espíritu Santo, el Verbo se encarnó en su vientre inmaculado y virginal.

«Llamada a ser la Madre de Dios, María vivió plenamente su maternidad desde el día de la concepción virginal, culminándola en el Calvario a los pies de la Cruz».

“María pronunció su fiat por medio de la fe, «se confió a Dios sin reservas y “se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo”» (n. 13; cf. Lumen Gentium, 56). Por ello Isabel, al saludarla, exclama: «Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá» (Lc 1, 45). María creyó verdaderamente que «para Dios nada hay imposible» (v. 37) y, firme en esta confianza, se dejó guiar por el Espíritu Santo en la obediencia diaria a sus designios. ¿Cómo no desear para nuestra vida el mismo abandono confiado? ¿Cómo podríamos renunciar a esta bienaventuranza que nace de una relación tan íntima y profunda con Jesús? Por ello, dirigiéndonos hoy a la «llena de gracia», le pedimos que obtenga también para nosotros, de la divina Providencia, poder pronunciar cada día nuestro «sí» a los planes de Dios con la misma fe humilde y pura con la cual ella pronunció su «sí». Ella que, acogiendo en sí la Palabra de Dios, se abandonó a él sin reservas, nos guíe a una respuesta cada vez más generosa e incondicional a sus proyectos, incluso cuando en ellos estamos llamados a abrazar la cruz” (Benedicto XVI, 31-mayo-2011).

Que Dios les ilumine, les anime y les ayude a abrazar su plan en su vida personal, en su vida familiar y en su trabajo, concretamente, en relación con los pacientes, muchos de ellos pobres y abandonados. Desde ya ¡Feliz Navidad! Qué nuestro Señor Jesús y nuestra Madre María derramen abundantes bendiciones sobre ustedes.




No hay comentarios:

Publicar un comentario